miércoles, 17 de diciembre de 2008

Desayuno at the plaza


El día de hoy, dejando fuera el hecho de que en cuanto salí con mi bici del apartamento comenzó a llover y no escampó en todo el camino, ha sido excelente.

Como parte de las celebraciones navideñas, la gente del Fox Plaza (el edificio donde trabajo), ofrece un desayuno anual para los que laboramos aquí, así que todos podemos participar. La dinámica del asunto es de la siguiente manera: En el área del lobby, tanto en el ala este como en el ala oeste, instalan cuatro mesas, dos a la diestra y dos a la siniestra, teniendo así cuatro grupos de cuatro mesas. Tomando como ejemplo uno de los grupos, encontramos sobre una de las mesas, fruta, tomate con pepino y cebolla, bagels, mini muffins, mermelada, galletas, pastelillos y queso crema de diferentes tipos. En la otra, se dispuso que hubiera dos tipos de quiché, uno vegetariano, el otro no; además hay papas con vegetales sazonadas. Las jugos de naranja, leche y café, ya sea regular o descafeinado, se pueden encontrar en el centro del pasillo que conecta las dos alas anteriormente mencionadas.

Para cuando yo llegué, que fue por ahí de las ocho y media, ya había gente comiendo, otra haciendo fila y otra más preparándose para una u otra cosa, como en mi caso.
Según planeado el día anterior, íbamos a bajar exactamente a las
ocho y media, comer hasta quedar bastante bien, luego subir nuevamente, volver a bajar justo a las diez con veinte (ya que a las diez con treinta dejaban de servir), comer de nuevo hasta volver a quedar bastante bien, y después decidir si comeríamos o no.

Pues bien, como ya dije, llegué por ahí de las ocho y treinta, así que asumí que la banda estaría por allí comiendo, por lo cual me forme en una de las ocho mesas, me serví un par de quichés, papas sazonadas, medio bagel con queso crema y mermelada de fresa y para rematar, fui por un jugo de naranja. No fruta, no galletas, no tomate, cebolla o pepinos y no mini muffins, eso sería para después.

Llegué a la oficina y no había nadie.

Pensé, quizá estén abajo engullendo lo que yo deje para después. No fue así. Uno de los "compeidres" se reportó enfermo y los otros esperaban por el resto de nosotros. Así que por eso de las nueve con cincuenta, casi diez, volvimos a ir al ataque, pero esta vez sin piedad. Repetí una ración similar a la comida con anterioridad. Para esto ya se nos habían unido dos más al grupo, y cabe decir que tenían intenciones similares a las mías. Después de el segundo plato, para no sentirme tan mal, fui por algo de fruta para rematar. Al final todo salio casi como se había planeado y la misión fue exitosa. Panza llena corazón contento.

Y fue así que dio comienzo este lluvioso día de Diciembre, pero aún quedarían sucesos que narrar...

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