jueves, 22 de enero de 2009
La caverna
Hoy amaneció nublado y yo amanecí molido, cansado por la nueva rutina del gimnasio. Me siento dolorido, con sueño, con una abulia que no veo para cuando terminará. Estoy tomando café esperando que se aclare mi ya de por sí anubarrado día.
Pero, a lo que voy. Desde que descubrí a Saramago me he dado cuenta que vale la pena leer cualquiera de sus libros. Ya sea por disfrutar de la historia que relata, sea por aprender de sus enseñanzas, o simplemente por el placer de leer su particular narrativa. He aquí pues, el cuarto libro que de él me leo: La caverna.
Saramago una vez más, hace gala de su profusión de frases y juegos de palabras para narrar la historia de una familia de alfareros, que poco a poco se ven engullidos por el llamado Centro, la meca de la civilización. El Centro no sólo es la promesa de una vida mejor, más moderna, con más comodidades, con distracciones y aventuras inigualables, sino el objetivo último de la mayoría de las personas que se ven atraídas hacia ese portentoso lugar.
Un padre, una hija, el esposo de la hija, un perro antes perdido ahora encontrado y una viuda, nos muestran cómo es que el capitalismo, el consumismo, las grandes empresas, los peces grandes que terminan comiendo a los más pequeños y a nosotros mismos, han llegado a convertirnos en victimas de nuestra propio estilo de vida.
Mi día se aclara poco a poco, y el sopor va disipando. A las once y treinta, saldré de mi caverna sólo para meterme a otra.
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