lunes, 3 de agosto de 2009
ofidio etéreo (una metáfora acerca del tráfico)
Son las ocho menos diez y el sol esta apunto de ponerse. Un crepúsculo que lo colorea todo va dando paso a la crema estelar. La noche se desenvuelve parsimoniosa sobre las montañas mientras oteo el horizonte buscando encontrarla, acaso en los montes sinuosos la veré en plenitud. Fue allí que la noté por primera vez.
Las distancias se acortan o se alargan a su capricho; de que el tiempo una vez más vuelva a ser relativo también es culpable. Cambia la vida de todos, excepto la suya propia. Carece de conciencia. Su único propósito es existir, así de simple, así de llano.
A veces avanza lenta, como si por tanto andar un dejo de abulia de pronto la invadiera. Se repone y continua. Se mueve sistemáticamente. Otras veces se antoja inocua, complaciente, nos permite fluir libremente. En veleidosa mistificación se ha convertido.
Me sé parte de ella, todos los somos o hemos sido en cierta manera, ¿cuándo comenzó todo esto? ¿cuándo comenzó a formarse? ¿a expandirse?. A Diario nos encuentra y nos toma para sí. Ubicua serpiente que crece y crece, no hay manera de contenerla. Todos somos ella. Ella es todos nosotros. No hay manera de escapar a ese camino de asfalto y tierra que nos atrae y nos lleva.
Son las seis menos cuarto, enciendo el motor de mi vehículo para una vez más tomar mi lugar en la infinita fila que avanza para no detenerse.
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