jueves, 20 de agosto de 2009

30 minutos

Llegamos con 5 minutos de antelación y ya había gente en el lugar. Hago mis últimos estiramientos, -siempre hay que calentar un poco o se corre el riesgo de una lesión -me digo a mi mismo mientras estiro mis piernas-. Un calambre intempestivo como el de hace tres semanas puede arruinarlo todo.

Estoy listo para comenzar. Anuncian la salida: -salga el grupo de los que van por diez kilómetros-, el siguiente grupo: -los que van por cinco millas-, al final el mio, los que vamos por cinco kilómetros.

Conseguí seguir el ritmo de Raymond y correr junto con él hasta la mitad de la carrera, antes de iniciar le había dicho que trataría de hacerlo. Después, poco a poco, la distancia fue acrecentándose, primero un metro, luego dos, -me duele un poco el abdomen, -pienso mientras respiro cada vez con mas dificultad. Llegamos a la calle 18; hay que dar vuelta. Cinco metros, luego diez. Trato de controlar la respiración, -acuérdate de lo que dijo el tipo de running mechanics: "corre con todo el cuerpo", movimiento de brazos controlado sin ladear el pecho, tratar de dar treinta pasos en diez segundos, levantar las piernas para que la cintura trabaje. Braceo, controlo la respiración, corro con todo el cuerpo...

Me siento cansado, Raymond me aventaja casi doscientos metros. Continuo por la calle que ahora proyecta una ligera pendiente por 4 o 5 calles más, luego, de bajada hasta la meta. Paso a un tipo de pelo cárdeno, gafas negras, guantes de látex, chaleco de pescador, bermudas y zapatos tenis, a excepción de los calcetines blancos, el resto del atuendo era color caqui, con una de sus manos sostenía una botella con agua mientras avanzaba en dirección opuesta a mí, caminaba con precaución, como queriendo completar algo.
Me sorprende haber captado tanto detalle, especialmente cuando vengo casi con el corazón de fuera por la agitación, y teniendo menos de diez o quince segundos para apreciar al personaje.

Me recupero, me invade un renuevo de energía, no siento más dolor, no pienso más, ya no voy trotando, ahora corro, corro como otrora lo hacia. Vuelvo a estar allí, en la pista del estadio, 4 años atrás, solo, pasadas las nueve de la noche, corro a media luz, a un promedio de 2:07 por vuelta, soy el último que queda, los demás se han ido. La pista desierta para mí.

Reduje la distancia que me separaba de Raymond; ahora estoy a cien metros. Una calle más, sólo una calle más, quizá lo logre. Dobló en la esquina para detenerme por fin. Termine, extrañamente no me siento exhausto, sólo un poco agitado, busco a Raymond, -¿cual es el tiempo? -le pregunto-, 29 algo. No importa nada más.

Busco un vaso para apresurarme un trago de agua, el agua siempre esta allí después de la carrera. Mi pulso ha bajado. Bebo despacio. El tiempo, -pienso- fue menos de 30.

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