La ceremonia comenzaría en unos minutos más. Vestidos pulcramente con atavíos sobre el uniforme, gorro alineado, refulgentes zapatos de charol, barba bien afeitada, todos los soldados pacientemente aguardaban.
- ¿Dónde está mi papá?, pregunto mi sobrino.
Tenia casi dos años sin verlo, él apunto de cumplir cuatro y ya era capaz de platicar de sus juguetes y protestar cuando llegaba la hora del baño.
- Allí en la primera fila, es el segundo, le dije señalando a donde estaba mi hermano.
- Ahh... cargame, tengo sueño, musitó él al mismo tiempo que soltaba un pueril bostezo.
Lo tomé en mis brazos y lo coloqué de espaldas, él me rodeo el cuello con sus manitas y en ese mismo instante experimenté una de las sensaciones más extraordinarias de mi vida: el afecto de un niño.
No sabemos cuanto poder hay en un abrazo, que no se pide, sino simplemente se da.
jueves, 6 de agosto de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario