miércoles, 25 de enero de 2012

La vida breve




Hace tiempo no leía un libro tan complicado y fascinante como La vida breve, de Juan Carlos Onetti. A pesar de el tono un poco pesimista de Onetti, su imaginación creativa cada vez me sorprende y gusta más. Un libro totalmente diferente al anterior que leí de Onetti, Los adioses. La historia de la vida breve trata de Brausen, un tipo que está aburrido con su vida, y debido a la amputación de uno de los senos de la esposa, la relación con esta va en declive. Y no solo su relación marital, sino su vida misma está pasando por una especie de crisis existencial, por lo que tratando de escapar de su realidad, crea un par de álter egos. El primero es doctor Diaz Gray, un personaje que crea para un guión cinematografico; el segundo es Arce, una especie de proxeneta que se involucra con la vecina de Brausen. Como siempre conforme transcurre la novela, las historias de los tres personajes: Brausen, Díaz Gray y Arce, convergen en una sola. Es una trama que roza un poco la fantasía. Pero si se toma en cuenta que las historias realmente son una sola y que Brausen es realmente el creador de las otras dos, entonces es entendible que en su cabeza la ficción se funda con la realidad que él va imponiendo.

El uso del lenguaje que Onetti hace en la novela es sorprendente. Hubo algunas frases que realmente me entusiasmaron. Y creo, por lo tanto, que ya tengo otro autor favorito. De hecho ya tengo en mi poder el tercer libro que me leeré de Onetti, El astillero.

He descubierto toda clase de análisis hechos sobre el libro. Algunos complejos, otros sencillos que básicamente discuten la trama. Pero la verdad, no hay como leerse el libro para darse cuenta de todo lo extraordinario que encierra la obra.

lunes, 23 de enero de 2012

Mi perro Lucas

Cuando mi perro Lucas se internó en aquella arboleda sombría de senderos de barro colorado, temí en gran manera. Miraba como sus huellas se perdían camino adentro. Le gritaba que volviera, pero en respuesta escuchaba un silencio definitivo que solo conseguía inquietarme más. Armándome del poco valor que me quedaba, comencé a caminar por aquel tenebroso lugar en donde parecía como si los arboles se abalanzaran sobre mí. Seguí avanzando unos metros más cuando, de pronto, noté como una mancha peluda rascaba lo que parecía ser un agujero: era Lucas; sentí un profundo alivio al verlo. Justo en el momento que lo llamaba, Lucas volteó. Pensé que era a mí a quien miraba, pero sus ojos estaban fijos en algo que estaba tras de mí. Con respiros entrecortados y sintiendo el miedo resbalar por cada parte de mi ser, comencé a girar la cabeza...
-Enrique, despierta ya flojonazo -era mi madre que me llamaba.
-Ha sido solo un sueño -me dije aliviado-. Todo está bien. Yo no tengo ningún perro llamado Lucas.
Bajé de la cama, y vi sobre el parqué las inconfundibles huellas rojizas de un can.
-Todo está bien. -Volví a decir ahora con menos convicción.

viernes, 6 de enero de 2012

En la esquina de la calle de San Blas

Tratando de ganar alguna salida corrí calle abajo solo para volver al mismo lugar donde antes estuve; parecía como si los edificios se reagruparan a cada paso que daba. Estaba parado justo en medio de la calle cuando de pronto, por alguna razón, me fue posible escuchar los pasos de los que antes anduvieron por aquí; en ese momento tuve la certeza de que, después de mí, otros por aquí andarán. Este hecho que refiero sucedió años atrás cuando, juntando todos mis ahorros, me di un viaje a Zaragoza; tuve, lo que ahora llamo mi experiencia fantástica, justo en la esquina de la calle de San Blas. Cuando pienso en lo extraordinario del suceso, aun tengo la sensación de estar atrapado en una especie de laberinto; y si pongo sumo cuidado, logro escuchar un ligero caminar multitudinario sobre el empedrado.

miércoles, 4 de enero de 2012

Por este camino

Mis pasos avanzan por este camino de hojas y helechos desde donde sube una fragancia a floresta que se enreda en mi pelo, se libera y asciende hasta quedar atrapada en las copas de los pinos que observan el caminar dubitativo del que no sabe a donde va porque quizá no quiere ir a ningún lado, sino más bien quedarse y seguir caminando por uno y otro senderos, y contemplar la luz refulgente, diamantina que se filtra desde lo alto, desde un cielo silente que lo abarca todo incluso este bosque en donde me pierdo y en donde mis pasos avanzan por este camino de hojas y helechos...