martes, 9 de febrero de 2010

Tierra de los hombres




Tierra de los hombres, es el segundo libro que leo de Antoine de Saint-Exupéry, el autor de El Principito. Y debo decir que fue una grata experiencia.

El autor relata algunas de sus vivencias en diferentes épocas de su vida cuando trabajaba como piloto. Es un texto lleno de aforismos y reflexiones interesantes; definitivamente de los más profundos que he leído.

El libro no es muy largo, pero tiene muchos pasajes interesantes. Por ejemplo, en un capítulo narra acerca de un esclavo a quien ayuda a devolver la libertad; en otro, su experiencia en el desierto cuando su avión se estrella. En fin, la lectura resulta conmovedora y al mismo tiempo invita a la reflexión; definitivamente es un most-read.

He aquí algunos de los textos (los últimos dos diría que son mis favoritos).

  • La vida tal vez nos separa de nuestros compañeros, nos impide pensar mucho en ellos, pero se sabe, aunque no muy bien dónde, que están en alguna parte, silenciosos y olvidados, pero ¡pero tan fieles! Y si cruzamos por su camino, ellos nos sacuden por los hombros con bellas llamaradas de alegría.

  • La grandeza de un oficio quizá consiste, ante todo, en unir hombres; no hay más que un lujo verdadero y es el de las relaciones humanas.

  • Trabajando sólo por bienes materiales nos construimos nosotros mismos una prisión.

  • Ser hombre es, justamente, ser responsable. Es conocer la vergüenza frente a una miseria que no parecía depender de uno.

  • La verdad fue para uno construir; para otro debe ser habitar.

  • Parece que la perfección sea alcanzada, no cuando ya no hay nada que añadir, sino cuando no hay nada ya que suprimir.

  • El imperio del hombre es interior.

  • Únicamente cuando estamos ligados a nuestros hermanos por un fin común y que se ubica fuera de nosotros, sólo entonces respiramos, y la experiencia nos muestra que amar no es mirarnos el uno al otro, sino mirar juntos en la misma dirección.

  • La verdad para el hombre, es lo que hace de él un hombre.

  • Únicamente cuando tengamos conciencia de nuestro papel, hasta del más borroso, sólo entonces seremos felices. Sólo entonces podremos vivir en paz y morir en paz, porque lo que da un sentido a la vida da un sentido al a muerte.

  • Sólo el espíritu, si sopla sobre la arcilla, es capaz de crear al hombre.

viernes, 5 de febrero de 2010

Las lineas de la mano

De una carta tirada sobre la mesa sale una línea que corre por la plancha de pino y baja por una pata. Basta mirar bien para descubrir que la línea continúa por el piso de parqué, remonta el muro, entra en una lámina que reproduce un cuadro de Boucher, dibuja la espalda de una mujer reclinada en un diván y por fin escapa de la habitación por el techo y desciende en la cadena del pararrayos hasta la calle. Ahí es difícil seguirla a causa del tránsito, pero con atención se la verá subir por la rueda del autobús estacionado en la esquina y que lleva al puerto. Allí baja por la media de nilón cristal de la pasajera más rubia, entra en el territorio hostil de las aduanas, rampa y repta y zigzaguea hasta el muelle mayor y allí (pero es difícil verla, sólo las ratas la siguen para trepar a bordo) sube al barco de turbinas sonoras, corre por las planchas de la cubierta de primera clase, salva con dificultad la escotilla mayor y en una cabina, donde un hombre triste bebe coñac y escucha la sirena de partida, remonta por la costura del pantalón, por el chaleco de punto, se desliza hacia el codo y con un último esfuerzo se guarece en la palma de la mano derecha, que en ese instante empieza a cerrarse sobre la culata de una pistola.


Julio Cortázar, Historias de cronopios y de famas, 1962