viernes, 23 de marzo de 2012

Los cuidados de un jardín



Ya que hasta hace poco nunca había sabido lo que era cuidar un jardín, este texto no pretende ser una guía de cómo se debe cuidar
uno. Más bien (ahora que sé el trabajo que conlleva), es como una leve vislumbre informal de algunas de las cosas que implica la jardinería. Puedo decir que no es cosa fácil, pero de alguna forma el esfuerzo invertido es gratificante.

De niño algunas veces ayudé a mi abuelo (a él debo mis precarios conocimientos del uso del serrucho) a podar el césped o a cortar alguna rama; inclusive me tocó desherbar algún terreno. Mas siempre fue algo mínimo y que hacía muy de vez en cuando; nunca fue una tarea que tuviera a mi cargo de manera constante. Y tal vez por eso, no lo consideraba como trabajo y era más bien como una diversión. Pero desde hace un par de meses las cosas han cambiado. Ahora vivo en una casa con jardín que necesita constantes cuidados para verse bien.

En un principio pensé que sería cuestión de cortar el césped unas dos veces al mes y listo. Pero lo que no sabía es que el clima californiano favorece el crecimiento de toda clase de fauna. Y si esto es aquí, en cualquier otro sitio puede pasar igual. Así que tuve que multiplicar por dos la frecuencia de las podadas. Ah, y además están las flores y los árboles que exigen su cuota de atención. Y ni qué decir de la maleza que crece por todos lados y que es necesario arrancar constantemente, o de las plantas del vecino que a pesar de la malla se las ingenian para invadir. ¡Yo las maldigo!

Definitivamente cuando me mudé no estaba preparado para enfrentar el trabajo que implica mantener un jardín. Claro, siempre está la opción de contratar un jardinero, pero eso significa gastar dinero que, para ser sincero, preferiría emplear de otra forma. Así que el trabajo mayormente ha recaído sobre mí.

Por lo tanto, para poder hacer frente a la tarea que indefectiblemente semana a semana me espera, he tenido que ir haciéndome poco a poco con herramientas. Ahora los guantes, la pala, el pico, la cuchara, las tijeras y el rastrillo son mis aliados en la batalla dominical. A veces salimos bien librados; otras, el sol y los elementos nos derrotan. Pero sea como fuere, al final de la jornada, encuentro que por alguna razón, quizá por la consecución de haber realizado una mejora que a simple vista se puede apreciar, experimento una sensación agradable, confortante.

Esto de la jardinería no va a ser fácil ni espero que lo sea, pero estoy seguro de que con el tiempo aprenderé alguno que otro truco. Y así, cuando llegue la hora de la calzarme los guantes y tomar el rastrillo, la balanza se nivelará cada vez más a mi favor.

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