Tengo un poco de emociones encontradas con respecto a Kafka en la orilla de Haruki Murakami. Por un lado, es un libro escrito muy a la manera de Murakami, es decir: sumamente fácil y rápido de leer, y con algunas reflexiones metafísicas aquí y allá. Y todo eso, en conjunto, resulta ameno en una lectura. Pero por otro lado, al argumento lo sostienen (o al menos es la intención) una serie de hechos y situaciones fantásticas que siento que para nada lograron su cometido, por ejemplo: lluvias de pescados, piedras hablantes, flautas de almas, casualidades convenientes, seres que no son otra cosas que eso: un ser, etc. La verdad es que al terminar de leer el libro me quedó un sentimiento de desazón. Y lo peor es que han pasado unos días desde que terminé de leerlo, y lejos de disiparse ese sentimiento negativo se ha acrecentado.
Quizá el autor asumió que el lector daría por sentado todo lo que se le tirara encima, lo cual no necesariamente es verdad porque al final de cuentas el argumento tiene que resultar en cierta forma creíble, tener una especie de fundamento. Pero en mi opinión este no es el caso de Kafka en la orilla puesto que tiene muchos elementos aislados o sueltos que de plano dejan más preguntas que respuestas.
En sus libros, Murakami tiende a reutilizar los mismos ingredientes una y otra vez: jóvenes que no encuentran un propósito claro para sus vidas, algún amor tormentoso, muertes (especialmente suicidios), el ir de aquí para allá buscando no sé sabe qué. Vaya, parafraseando un poco a Bosé diría que siempre es lo mismo envuelto en novedad. Y esto no significa necesariamente que sea malo; en cierta manera le da un estilo único al escritor. Francamente pienso que si leo cualquier otro de sus libros, encontraré los mismos elementos. Así que por ahora, hasta que no haya pasado ese trago amargo, no leeré a Murakami.
Peace
miércoles, 15 de febrero de 2012
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