Increíble que aun sigo narrando los hechos del primer día en Europa; supongo que después de todo sí había algo que contar.
Continuo.
Una vez hubimos terminado la visita a Köln, nos dirigimos ciudad de Hamm, a la casa de Jessica y Jaro, y a lo que habría de ser nuestro centro de operaciones en Europa.
El trayecto lo cubrimos en poco menos de hora y media, y para cuando llegamos a Hamm, el sol estaba apunto de ponerse y la temperatura había descendido al punto de ser necesario un suéter.
La ciudad de Hamm, es la típica villa Alemana. Casi todas las casas están construidas de manera similar: un techo de dos aguas con teja marrón o café y ventanas abuhardilladas que sobresalen ya sea por el frente, detrás, o a los costados, paredes de ladrillo de tonos rojizos y oscuros, sin patio frontal, mas en la parte de atrás, se pueden apreciar verdes jardines muy bien cuidados y delimitados con cercas de madera. La casas son como de cuento de hadas.
Jessica y Jaro tienen su departamento en un edificio compacto de tres pisos, dos departamentos por piso, y un sótano común para lavandería. Los carros se pueden estacionar al frente de la calle o en las cocheras (que parecen más bien contenedores en un puerto marítimo) que están al lado del edificio.
Bajamos las maletas del auto y subimos al departamento. Lo primero que note al entrar fue el pulcrísimo piso de madera (no se si era parqué) y lo bien decorado que estaba el depa, amueblado tipo catálogo de IKEA, muebles claros de lineas minimalistas; moderno pero acogedor. Según nos comentaron, el edificio fue construido un par de años atrás, por lo que todo se ve bastante nuevo.
Nuestros anfitriones prepararon una cena típica alemana que consistió en: un rollo de carne de res sazonada, guarnición de betabel y una especie de puré de papa de consistencia chiclosa. No recuerdo el nombre de la comida, estaba en alemán, y resulte malísimo para los nombres germánicos. Lo que sí recuerdo es que todo estuvo exquisito. Habrá que volver por más.
Después de la cena, los papas de Jessica vinieron a conocernos. Fue interesante pasar casi una hora entera e intercambiar, ayudados por mímicas y gestos, unas cuantas frases. Claro que Jaro o Jessica nos sacaban del apuro traduciendo cuando de plano mis pantomimas resultaban exiguas.
Las visitas se despidieron (no sin antes tomar la foto oficial de grupo), nos bañamos e instalamos en nuestro cuarto, y por fin, a las 12 de la noche del mismo que llegamos, después de 11 horas de viaje, una visita fugaz a Köln, una cena típica alemana y la visita de los padres de nuestra anfitriona, nos fuimos a la cama, sólo para despertar 4 horas después y alistarnos para lo que sería nuestro viaje a París.
viernes, 25 de septiembre de 2009
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