miércoles, 23 de septiembre de 2009

Europa 2009, parte dos

Finalmente aterrizamos en Düsseldorf. Después de casi 11 horas salimos del avión para dirigirnos a recoger las maletas no sin antes hacer fila por casi 40 min. antes de pasar a migración. Aunque bueno, eso de hacer fila más bien fue estar amontonados entre un alud de gente que se atiborraba en el pasillo y una especie de sala de espera pequeña. Diría yo, que más que fila, fue hacer bola.

Afortunadamente para visitar Alemania no es necesario tramitar previamente ningún tipo de visa, básicamente nos preguntaron si veníamos de visita, por cuanto tiempo, y cuanto dinero traíamos. En menos de 1 minuto estábamos legalmente en el país.

Una vez hubimos recogido las maletas, nos enfilamos a la salida, al comienzo de lo que serían 7 días de mucho caminar, manejar sin limite de velocidad y experimentar un poco la cultura europea. En cuando cruzamos el umbral estaban Jessica y su novio Jaro con un letrero de bienvenida que tenia la bandera alemana de fondo, una foto nuestra de un lado y un "welcome" en el otro. Además, traían, para cada uno de nosotros, una especie de collar hawaiano pero con los colores de la bandera alemana, muy lindo detalle de su parte.

Nos saludamos, Jessica nos presento a su novio, intercambiamos algunas palabras de cordialidad y listo, a buscar el carro para ir a Köln, a conocer una de las catedrales más antiguas de Europa.

43 kilómetros es la distancia que separa a Düsseldorf de Köln, nuestro destino próximo. Lo primero que note, es lo bien que están construidas las carreteras en Alemania, amplias, con pocas curvas, muy bien pavimentadas, en excelente estado para resumir. Lo segundo, que en la mayor parte de las autopistas Alemanas, no hay limite de velocidad. Un podría pensar que se va rápido a 160 km por hora, hasta que por el carril izquierdo un BMW rebasa a 200 o 220. Y sí, como en todos lados hay accidentes, pero según Jaro, nuestro anfitrión, las estadísticas favorecen el no tener limite de velocidad. Así que cuando la carretera estaba libre de construcciones o reparaciones, que por cierto son muy comunes en esta época del año según nos comentaron, nuestra velocidad promedio era 150; no sólo la nuestra, sino la de la mayoría de los automovilistas.

Es muy común que las ciudades europeas tengan un ríos, lagos o canales en ellas o en sus linderos, y Köln no es la excepción, y es lo primero que se aprecia al entrar. También, la ciudad cuenta con un teleférico que atraviesa el río, lamentablemente no hubo tiempo de subir, y nos limitamos a verlo a la distancia.

Después de medía hora de viaje, llegamos al centro y con esto a la catedral. Estacionamos el carro en el subterráneo, y nos dispusimos a subir a la plaza para encontrarnos con lo que a primera vista, debido al ángulo de visión, parecía una altísima y oscura torre gótica; allí estaba por fin, la catedral de Köln. El área donde esta situada la catedral, esta compuesta por una plaza, un museo, (que por cierto no recuerdo de que era) y unas cuantas tiendas comerciales, pero nuestro interés era básicamente la iglesia, así que nos dirigimos allí.

Entramos al edificio y un olor a humedad de mucho años impregnaba el lugar, y no es exagerada la hipérbola cuando digo "de muchos años", porque la catedral tiene casi 1 milenio de antigüedad. Como toda iglesia católica, los techos eran altísimos, especialmente los de la cúpula central (basta ver algunas de las fotos que subí a facebook), no se exactamente que dimensiones tenga pero es quizá una de las iglesias más grandes que he visitado. Y es que tengo fascinación por las iglesias, especialmente las antiguas, transmiten una especie de solemnidad y mística ancestral.

Luego de recorrer todo el interior del edificio, y haber admirado las pinturas y vitrales, salimos sólo para volver a entrar, esta vez a un anexo de la catedral por el que teníamos que bajar para llegar a un pequeño museo-tienda, donde se exhibían algunas excavaciones antiguas y planos de la catedral, se vendían souvenirs, y en donde estaba la entrada a las escaleras de la torre que habíamos de subir. La idea era ascender por los 500 y pico de escalones para ver el campanario de la iglesia, y un poco más arriba la vista panorámica de la ciudad.

Subir 500 estrechísimos escalones, con gente bajando al mismo tiempo que nosotros subiendo, y ventilación casi nula, es en si mismo una aventura. Llegamos al campanario, donde se aprecia una campana gigante que es la responsable de anunciar las misas y celebraciones, aquí pudimos respirar un poco y descansar del ascenso. Continuamos hasta lo que es una especie de explanada dentro de la torre, una antesala a la cima donde construyeron una escalera extra en el centro del lugar para ascender ya que las escaleras originales que van de esta antesala a la cumbre, son demasiado pequeñas para permitir el ascender y descender al mismo tiempo, por lo que solo se usan para descenso.

Por fin, después de mucho sudor, con las piernas temblorosas y el espíritu un tanto fatigado, llegamos a la cumbre. Tristemente, no se pueden apreciar el paisaje en su mejor forma. El balcón, en su totalidad, esta cubierto por una malla metálica, y según me comentó Jaro, fue añadida recientemente ya que mucha gente subía a lo alto de la torre solo para suicidarse después. Increíble pero cierto.

Bajamos de la torre y recorrimos una de las callejuelas (cerradas al tránsito vehicular) donde había tiendas de ropa, zapaterías, restaurantes, panaderias, etc. La ropa en Alemania es sumamente cara si se le compara con los precios en Estados Unidos, asimismo el calzado. Algo que cuesta en EUA 50 dlls, puede costar en Alemania 70 euros o más. La comida diría que no es cara, pero hay que tener en cuenta el cambio a dolares de cualquier forma.

Caminamos un par de calles y entremos a un par de tiendas a curiosear, y en una de ellas compré un imán de la ciudad (obligado para mi colección que tengo en el refri). Y nada más, de hecho esa fue la primera compra que hicimos en Europa y la única de ese día.

Como comentario final, y quizá a manera de colofón patético antes de terminar la narración de hoy, debo decir que el collar que nos obsequiaron en el aeropuerto lo traje colgado durante toda la visita a Köln, por lo que era fácil identificarme como turista, aunque realmente a nadie le importo que lo fuera. Al menos fue un gesto de mi parte para corresponder al detalle.

Mañana continuaré con más de estas aventuras de cansancio, compras y suicidio.

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