Alberto...
Pensaba en esa noche oscura que te engullía con su densidad; dejándome sólo tu recuerdo para alimentar mi ficción.
Alberto...
Imaginaba esos juegos pueriles donde tus labios rozaban mi mejilla al tiempo que me sonrojaba irremediablemente.
Alberto...
A fuerza de esperar por ti desarrolle la paciencia; cuántas veces no contemple tus ojos tratando de ver lo que encerraban ―para solo encontrarme con una negrura inexpugnable.
Alberto...
Acercaba mi oído a tu pecho para escuchar tus latidos, leves, casi imperceptibles; fue cuando comprendí lo pequeño que era tu corazón.
Alberto...
Te miraba al anochecer: apacible, tus ojos taciturnos; no sabía si flotabas en un sueño o morías un poco.
jueves, 5 de noviembre de 2009
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