martes, 5 de julio de 2011
Un sol descolorido
A Juan le gustaba recoger caracoles en la playa. Ese era su pasatiempo favorito y nunca le aburría hacerlo. Los caracoles eran variados y bonitos, y siempre había nuevos para recoger. También le gustaba mirar las embarcaciones que llegaban al puerto. Eran grandes y blancas, pero a Juan le gustaba imaginarlas pequeñas para que así él pudiera jugar con ellas. Una noche, después de pasar la tarde en le puerto, Juan soñó un sueño, un sueño muy peculiar. Soñó que en un lejano lugar, mucho más allá de su aldea, en un lugar donde la gente se viste y habla diferente, donde las casas y los edificios son altos, un niño pequeño con pantalones graciosos y manos muy blancas construía una barca de papel con un sol dibujado en la proa. En su sueño al principio llovía, pero cuando dejo de llover vio que el niño de manos blancas y pantalones graciosos soltaba la barca en la corriente que se había formado en la calle. La barca no era muy grande, más bien era pequeña pero bien hecha. El niño de los pantalones graciosos y manos muy blancas aprendió bien de su padre como construir un buen barco de papel. Por lo tanto, la barca era, dentro de lo que se podía esperar de una barca de papel, bastante resistente. Juan veía como la barca se desplazaba veloz por el arroyo mientras que el niño de pantalones graciosos y manos muy blancas corría junto ella. Los zapatos del niño de pantalones graciosos y manos muy blancas tropezaban de vez en vez tratando de alcanzar el barquito que avanzaba vertiginosamente hacia el riachuelo donde el niño de pantalones graciosos y manos muy blancas pescaba con su padre los domingos. Juan temió en su sueño por el barquito de papel. Pensó que se hundiría o se haría daño al llegar al riachuelo, pero el barquito de papel dejó atrás los zapatos del niño de pantalones graciosos y manos muy blancas para navegar y internarse en el río. Ahora, en el sueño de Juan sólo quedaban el barquito de papel y el riachuelo por donde navegaba. Había rocas, arbustos, ramas, y muchos árboles en derredor. El barquito seguía su rumbo a un ritmo constante librando todos los obstáculos. Cuando por fin el barquito, después de navegar en el río por mucho tiempo, llegó al mar, Juan despertó de su sueño. A la mañana siguiente Juan estaba muy contento por el sueño que soñó, y porque el barquito no se hizo daño y llegó con bien al mar. Fue a la playa a buscar caracoles, y, justo cuando comenzaba su recolección, vio sobre la arena un barquito de papel con un sol descolorido dibujado en la proa, era el mismo barquito que el niño de pantalones graciosos y manos muy blancas había hecho en su sueño.
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