El trino de los pájaros le despertó. Había pasado la noche bajó un árbol de eucalipto, en plena calle, y frente a la estatua informe que tanto le disgustaba —lo moderno no iba con él. Conocedor de cada rincón de la ciudad, los lugares que procuraba tanto para la siesta como para pernoctar, eran determinados más que por la comodidad o el arropo por la nostalgia de algún recuerdo. Un poco más despabilado, después de estirarse y lavarse en la fuente, el diálogo comenzó: autos recorrían las avenidas, pasos presurosos iban y venían, y en una esquina alguien voceaba las últimas noticias. Mientras que Rubén, sin prisa y con la calma de un viejo maestro, sacaba del ajado estuche su violín, para con una melodía triste, dar contestación una vez más a aquella charla que se extendía eterna cada día.
viernes, 10 de diciembre de 2010
Diálogo
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