Aún lo recuerdo como si fuera ayer: estábamos en lo alto de la rueda de la fortuna cuando me diste el sí. Las luces de la feria tiritaban bajo nuestros pies; y arriba, el cielo era el más estrellado que nunca antes vi. Era como estar en un plano cósmico. Recuerdo que atraje tus manos a las mías, y sonreíste, y tus ojos brillaban, y yo no sabía cómo actuar ni que decir. Te miraba intentando eternizar ese instante, hacerlo mío, que nunca se fuera. Ahora que pienso en esos días, pondero y creo que fueron los más felices de mi vida; sí, los más felices. Salíamos al parque a esas largas caminatas; tu disfrutabas de mis bromas, yo de tu sonrisa. Íbamos abrazados o de la mano, hablando o simplemente sin decir nada; nos bastábamos el uno para el otro. No he vuelto a caminar por ese parque desde aquel entonces, y yo que de memoria sabía todos sus senderos y atajos, ahora no creo poder reconocer alguno. Cómo ha pasado el tiempo, y nosotros con él. No recuerdo bien cuando todo terminó. De ese día tengo vagos recuerdos; procuré olvidarlo. Solo recuerdo que al marcharme, las lágrimas en mis ojos no me dejaban ver. Yo que nunca había llorado y ese día cómo lloré. ¿No es absurdo terminar cuando aún se ama?
Mientras trato de armar este rompecabezas de cubos que la maestra me dio, tú coloreas con crayones no sé qué paisaje con nubes y sol. Me pregunto si pensarás también en eso que seremos, en ese sí que me darás, en esos paseos que daremos, en esas lágrimas que derramaré.
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